Bienvenidos, La Princesse Ensorcelée

Sí, soy una chica llena de sueños, de vuelos y mariposas; sí, tal vez esté enamorada del amor mismo... y, como todos, soy reflejo del aire que respiran nuestros Dioses. Estoy entre dos mundos, dejando atrás mi niñez, estoy ante el velo de los misterios que invitan a crecer. Que el Anciano de los Día me ayude y me proteja en mi travesía mágica. Las mariposas llegarán pronto pronto con sus colores naranjas, amarillos, ocres y azules. El mundo es cada vez más maravilloso ¿Nunca creiste volar con las Hadas? Yo ya enfrenté el miedo con mi espada dorada, ¡Libérate! Hay sentimientos que nacen del Alma y yo quiero que me acompañes en mi Felicidad!!

lunes, 11 de mayo de 2009

Una tarde bajo el Sol

Hasta las hadas parecían incómodas bajo esa mirada llena de vacío


El príncipe me miró, sin decir una palabra. Transcurrieron los minutos, y luego las horas; y a cada segundo me parecía más imposible seguir así, quieta, sosteniendo la mirada a aquellos ojos vacíos. No dijo nada, esperó a que yo me marchara sola. O eso parecía. A último momento, cuando estaba a varios pasos de él, me gritó un "¡Hasta Mañana!" desde las sombras.

No lo entiendo.

Volví a donde estaba mi amiga. El Sol empezaba a clarear por el horizonte, el mundo se llenaba de luz. Al compás de mis pasos, los pájaros cantaban sus melodías infinitas. Era una mañana hermosa, tal vez un poco llena de melancolía.
No tardé en llegar y ver que la Princesa de la Torre cercana ya había preparado un pequeño desayuno hirviendo algunas hojitas. Le conté todo lo que había pasado. Me escuchó atentamente, opinó al respecto y me aconsejó. Sin embargo, no me marcó un camino a seguir. No era propio de ella. Tendía a acompañarme para luego dejarme sola con mis desiciones.

Todos estamos solos al tomar las decisiones. Eso es una realidad, y hay que respetarla.

Al mediodía nos bañamos en el río, y a la tarde nos tiramos en el césped bajo el Sol cálido, a pensar, a soñar. Charlamos de las Torres, en realidad extrañábamos la Ciudad y el Gran Dragón. Sin embargo el recuerdo de los gritos de mi ángel me hizo dar escalofríos. Debería ir a buscarlo. Lo sé, tendré que volver... pero ahora debo rescatar al Príncipe.


Me siento egoísta con respecto a eso, mi ángel no me ha hablado, aunque sé que no se quedó en la Torre ni volverá allí hasta que yo vuelva. Tendré que volver para salvarlo. Lo extraño...



mi guardián...

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