Eran días tranquilos, porque vernos nos inundaba de paz. Nuestros caminos se habían cruzado, y las vidas de los dos habían cambiado para siempre. Era alentador, amable, dulce...
Entonces encontramos al Príncipe, y todo se vino abajo: nos veíamos cada vez menos y solo el fluir del viento nos unía. Era triste, pero era la realidad de mi situación. El hechizo pesaba sobre mí...
Nos vimos la siguiente vez, atrapados en la melancolía, y su mano rozó el césped y tomó la mía, inundándome de calor.
Nos despedimos con tristeza.
Entonces, lentamente...
poco a poco...
las palabras se fueron desvaneciendo en el viento.
Sin embargo, ahora caminaba hacia mí, sonriendo nuevamente. Situación muy incómoda por cierto. El Príncipe lo miró atónito, a mi me dieron ganas de reír. Andaba a pasos rápidos hasta que de pronto se detuvo. Miró al Príncipe, extrañado, y luego la espada. Su mano extendida hacia ella había quedado suspendida en el aire. Sonrió incómodo y la bajó. Miré el suelo.
La Princesa de la Torre Cercana fue a buscarme, y la espada quedó nuevamente sola, en la oscuridad...
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