Bienvenidos, La Princesse Ensorcelée

Sí, soy una chica llena de sueños, de vuelos y mariposas; sí, tal vez esté enamorada del amor mismo... y, como todos, soy reflejo del aire que respiran nuestros Dioses. Estoy entre dos mundos, dejando atrás mi niñez, estoy ante el velo de los misterios que invitan a crecer. Que el Anciano de los Día me ayude y me proteja en mi travesía mágica. Las mariposas llegarán pronto pronto con sus colores naranjas, amarillos, ocres y azules. El mundo es cada vez más maravilloso ¿Nunca creiste volar con las Hadas? Yo ya enfrenté el miedo con mi espada dorada, ¡Libérate! Hay sentimientos que nacen del Alma y yo quiero que me acompañes en mi Felicidad!!

domingo, 13 de diciembre de 2009

A través del viento


Se sucedieron días llenos de esplendor. El Sol, radiante, iluminaba el bosque. Los pájaros volaban sobre nuestras cabezas y en derredor todo era vida, ruidos, música. Aunque todavía no había recobrado del todo su humor habitual, el Príncipe estaba mucho más alegre. A lo lejos, las ciudades y las Torres. Acompañándome, la Princesa de la Torre Cercana. A mi lado, el fiel Pastor. La academia de vida se llenaba del bullicio de las vacaciones. Todo alegría y color.

_ ¡Princesse!_ exclamó el Príncipe desde lejos, llamándome a tomar té de hierbas recién cortadas. Lo miré sonriendo.

_ Pronuncias mal la ese. Si quieres, puedes decirme Princesa solamente.

_ Ah, ¡me menosprecias!_ hizo un gesto gracioso y agregó una broma sobre la imposibilidad de pronunciar “ensorcelée”. Nos sentamos a tomar el desayuno. Mi amiga llegó apresurada y arrojó sobre el mantel un paquete que soltaba un suave aroma.

_ En las Ciudades_ explicó feliz_ una pastelera que quería un favor de magia. Se lo concedí, y me recompensó con algunas masas.

Los dos se dedicaron a hablar sonrientes, felices, alegres. Yo los observaba igualmente alegre. No era muy dada a las largas charlas ni era de muchas palabras, pero me encantaba escucharlos hablar. Además, mi atención se entretenía escuchando el viento. En su cantar, traía noticias de los prados cercanos, donde el Pastor acompañaba a sus ovejas. Recordé una charla que había tenido hace pocos días con mi amiga. Nos hallábamos en medio del bosque, buscando frutos para aprovisionarnos, y ella me abordó bien comprobó que estábamos solas:

_ ¿Ya estás mejor? Me refiero al Príncipe, claro.

_ ¿Mejor? ¿Te refieres al Suceso del Dragón? Sí, estoy mejor. Ya no me siento culpable, ya no lo evito. Estoy bien. Sí, con respecto a eso también_ aclaré sonriendo ante su mirada_ ya no siento lo que sentía antes. Ya no me pierde su sonrisa ni me marea su mirada. Estoy tranquila, finalmente.

_ ¡Me alegro por ti, querida amiga! Y obviamente,_ acompañando su tono con un gesto de complicidad_ también por el Pastor ¿Noticias de él?

_Todas las noches_ respondí riendo.

Y era así. El viento que circulaba por el bosque se había vuelto una vía de comunicación muy utilizada. Cuando no nos veíamos, el Pastor y yo pasábamos la noche en vela, escuchando el viento y escribiendo en él. Éramos dos enamorados, y las dudas se iban consumiendo con estas conversaciones. Me sentía feliz; el bosque nos contagiaba su alegría. Sentía que por fin, aquel que me podía salvar de las tinieblas me había encontrado.

Soy una Princesa de la Ciudad de las Torres. Una Princesa cuyo Príncipe azul no tiene tal título honorífico, una Princesa que no esperó en su torre.

No espero amor, busco al hechicero.

Soy yo, La Princesse Ensorcelée…