Bienvenidos, La Princesse Ensorcelée

Sí, soy una chica llena de sueños, de vuelos y mariposas; sí, tal vez esté enamorada del amor mismo... y, como todos, soy reflejo del aire que respiran nuestros Dioses. Estoy entre dos mundos, dejando atrás mi niñez, estoy ante el velo de los misterios que invitan a crecer. Que el Anciano de los Día me ayude y me proteja en mi travesía mágica. Las mariposas llegarán pronto pronto con sus colores naranjas, amarillos, ocres y azules. El mundo es cada vez más maravilloso ¿Nunca creiste volar con las Hadas? Yo ya enfrenté el miedo con mi espada dorada, ¡Libérate! Hay sentimientos que nacen del Alma y yo quiero que me acompañes en mi Felicidad!!

sábado, 6 de junio de 2009

El mirador ...sonrisas...


Una suave brisa recorría el bosque. La Princesa de la Torre Cercana y yo estábamos sentadas bajo la sombra de grandes árboles. Luego de la partida del Dragón, los días eran cada vez más cálidos: se acercaba la estación estival.
_ Te preguntaré una vez más... ¿Qué harás con tu vida?
_ No lo sé. Cada vez me siento más cercana al Pastor, más lejos del Príncipe...
_ Entonces...
_ Y por otro lado, debo volver a las Torres a penas esto se defina. A penas sepa que el Príncipe estará bien.
_ Está profundamente dormido.
Miré al Príncipe.
Tapado con algunas mantas, yacía dormido en el césped caliente por el Sol. Respiraba pausadamente y parecía sonreír... Sonreí yo también. Sin embargo, ya no sonreía con ese amor que había experimentado, ahora sonreía simplemente por cariño.
El Pastor me esperaba al lado del río, y yo no quería llegar tarde. Cada día que pasaba con él, descubría que podía quererlo mucho y que me encantaba su cercanía. Sin embargo, había decidido que no dejaría que nada pasara hasta que el asunto del Príncipe hubiese quedado totalmente cerrado.
_ Yo también parto_ sonrió mi amiga_ tengo algunas cosas que hacer.
_ De acuerdo, nos veremos después_ le sonreí.

Antes de partir, creamos un campo protector alrededor del Príncipe y de nuestras cosas. En la Academia de Vida de la Ciudad de las Torres habíamos cursado algunas carreras de la rama de brujería, y no nos era complicado utilizar la teoría a nuestro favor.

Caminé entre los árboles, acompañada del cantar de los pájaros y el viento, hasta encontrarme en un soleado prado. Allí, no muy lejos de donde me encontraba, pude ver las blancas ovejas pastando, y no mucho más allá, el joven pastor me sonreía.
_ ¡Hola!- exclamé acercándome alegremente.
_ Hola ¿Cómo has estado?_ El Pastor sonreía y mi corazón se alegraba.
_ Muy bien. Más bien, cada día mejor, ¿y tú? ¿Te dan mucho trabajo?
_ Ah, no, no. Me gusta la tranquilidad de este lugar. Y no hacen mucho jaleo, la verdad...
Sonreímos mirándonos. Era una tarde apacible, y nos sentíamos realmente bien juntos.
_ Ven_ dijo agarrando con suavidad mi mano. Lo seguí a través de las praderas hasta un alto mirador. Con cuidado y lentamente debido a mi gran vestido, subimos a la cima.
Lancé un suspiro de alegría, seguido por una exclamación ¡Era hermoso! Una vista fantástica: a lo lejos, las ciudades donde habitaba la gente común del Akasha, aún más lejos el bosque, en el horizonte el mar, en el otro extremo sombras de muchos colores...
_ Mira_ le señalé la sombreada y colorida Ciudad de las Torres_ de allí vengo yo.
_ ¿De la Ciudad de las Princesas?_ preguntó extrañado, abrazándome y teniéndome contra él. Sonreí tranquila: era lindo sentir el calor de su cuerpo, la protección de sus brazos, la dulzura de su voz...
_ No hay solo Princesas. Verás, allí hay una Academia de Vida donde cada una elige qué quiere ser: hechiceras, princesas, brujas de aldeas y otras cosas más. Si quieres ser pirata o marinera, nos llevan a otra Ciudad de Torres situada al lado del mar. Las que quieren ser Princesas, se quedan en la Ciudad, en su Torre, a la espera de un Príncipe.
_ ¿Y tú, qué decidiste ser?
_ Yo soy un caso especial_ le sonreí sin saber cómo explicar..._ verás, yo no nací en la Ciudad. No pertenezco enteramente a ella. Digamos que me dan asilo... ehm... no sé cómo explicarte. Por el momento te puedo decir que rendí muchas materias de muchas orientaciones de vida, sé un poco de todo.
El Pastor sonrió mirándome.
_ ¿Y eso se puede hacer? Claro, si eres un caso especial supongo que sí.
_ ¡No me estoy haciendo la interesante ni nada ¿de acuerdo?!_ lo reprendí sonriendo. Me solté de su abrazo para mirarlo de frente.
_ ¿Ah, no? ¿Seguro?_ dijo riendo él también.
_ ¡Mira que eres malvado, eh?_ reí, y bajé corriendo y resbalando hasta la ladera.
_ ¡Ten cuidado!_ exclamó preocupado siguiéndome.
_ ¿Ah, sí? ¡A ver si puedes atraparme, pastorcito!
_ ¿Crees que no puedo, señorita especial?

Reímos mucho, nos divertimos, corrimos, todo al unísono. Me sentí muy bien, acompañada por primera vez. Realmente... era muy distinto que el cambiante Príncipe, tan sereno y apacible... era mi mejor compañero, mi Pastor favorito...

aunque no tiene anteojos, y en realidad su pelo es enrulado ^-^

martes, 2 de junio de 2009

Las sombras y el Dargón (parte II)



_ Tú, sobre todo tú, has de detestarlo..._ el aliento caliente del Gran Dragón me rodeaba.
_ ¿Por qué? ¿Por qué dices eso Gran Dragón?_ pregunté apesadumbrada_ Lo quiero.
_ ¡ES UN INSULTO!_ rugió el Gran Dragón como un padre que reprende a su hija por una mala elección, y un poco de fuego escapó por su hocico. El pasto adquirió una coloración marrón_ un insulto para ti, que tantos años has sufrido y seguirás sufriendo por tu hechizo. ¡Él, Princesa, aquel que pretendes, se ha hechizado solo! No hay respeto por tu situación en eso. Lo ha hecho luego de conocerte.
_ Lo sé...

Quedamos en silencio. Yo sentada en la roca gris pero cubierta de musgo, el Gran Dragón a unos cuantos metros, tirado sobre los árboles.

_ No quiero que lo lastimes.
_ No me es posible permitir que te dañe.

Entonces cometí el error que el Gran Dragón esperaba, ansioso. Desesperada, me levanté y exclamé:
_ ¡No es él quien me daña! ¡Son sus Sombras, las malditas Sombras!

Callé de pronto, tapándome la boca. El Gran Dragón mostró sus colmillos amarillentos y se levantó mientras la tierra temblaba a su alrededor:
_ Sea, Princesa.

"No..." Solo un susurro. Sin embargo el Dragón ya levantaba vuelo y apenas me alcanzó el tiempo para agarrarme de una de sus alas y elevarme con él.
Pronto llegamos a donde el Príncipe y la Princesa de la Torre Cercana charlaban tranquilamente. Mi amiga presintió el castigo y se apartó respetuosa. El Gran Dragón habló.

_ Nadie tiene derecho a lastimar a ninguna Princesa.
_ ¿Q-qué?_ balbuceó el Príncipe, temeroso. Su mano agarraba una joya extraña que colgaba de su cuello. La Ciudad de las Torres no teníamos dogmas, ni banderas.
_ Lo que has oído, Príncipe. Has creado Sombras. Sombras que lastiman a Princesas.
_ ¿A quién?_ el Príncipe sacó su espada reluciente.

Suspiré hondo. 

_ A mí. 
_ ¿A-- a ti?
_ Sí, Príncipe. Pero no desenvaines tu espada: no te atacaré. Aquella a quien dañaste también te defiende. QUEMARÉ TUS SOMBRAS, y borraré tus recuerdos de este suceso.
_ ¡N-NO TE ATREVAS, DETENTE!

No hubo más que decir: en el acto una oleada de fuego que brilla sin quemar salió de las fauces del Gran Dragón para volcarse sobre el Príncipe. De pronto, todas las Sombras surgieron de su cuerpo, y su espada de nada valió. Las Sombras, riendo locamente, se extinguieron en el aire.
El suspiro del Gran Dragón borró los recuerdos de ese día del Príncipe, que quedó profundamente dormido.

_ Ha sido.

Y el Gran Dragón se despidió de nosotras, nos deseó suerte en el viaje y la búsqueda, echó una última mirada de soslayo sobre el Príncipe y se alejó volando.



Pronto, todo quedó en silencio: La Noche oscura había llegado.