Bienvenidos, La Princesse Ensorcelée

Sí, soy una chica llena de sueños, de vuelos y mariposas; sí, tal vez esté enamorada del amor mismo... y, como todos, soy reflejo del aire que respiran nuestros Dioses. Estoy entre dos mundos, dejando atrás mi niñez, estoy ante el velo de los misterios que invitan a crecer. Que el Anciano de los Día me ayude y me proteja en mi travesía mágica. Las mariposas llegarán pronto pronto con sus colores naranjas, amarillos, ocres y azules. El mundo es cada vez más maravilloso ¿Nunca creiste volar con las Hadas? Yo ya enfrenté el miedo con mi espada dorada, ¡Libérate! Hay sentimientos que nacen del Alma y yo quiero que me acompañes en mi Felicidad!!

martes, 2 de junio de 2009

Las sombras y el Dargón (parte II)



_ Tú, sobre todo tú, has de detestarlo..._ el aliento caliente del Gran Dragón me rodeaba.
_ ¿Por qué? ¿Por qué dices eso Gran Dragón?_ pregunté apesadumbrada_ Lo quiero.
_ ¡ES UN INSULTO!_ rugió el Gran Dragón como un padre que reprende a su hija por una mala elección, y un poco de fuego escapó por su hocico. El pasto adquirió una coloración marrón_ un insulto para ti, que tantos años has sufrido y seguirás sufriendo por tu hechizo. ¡Él, Princesa, aquel que pretendes, se ha hechizado solo! No hay respeto por tu situación en eso. Lo ha hecho luego de conocerte.
_ Lo sé...

Quedamos en silencio. Yo sentada en la roca gris pero cubierta de musgo, el Gran Dragón a unos cuantos metros, tirado sobre los árboles.

_ No quiero que lo lastimes.
_ No me es posible permitir que te dañe.

Entonces cometí el error que el Gran Dragón esperaba, ansioso. Desesperada, me levanté y exclamé:
_ ¡No es él quien me daña! ¡Son sus Sombras, las malditas Sombras!

Callé de pronto, tapándome la boca. El Gran Dragón mostró sus colmillos amarillentos y se levantó mientras la tierra temblaba a su alrededor:
_ Sea, Princesa.

"No..." Solo un susurro. Sin embargo el Dragón ya levantaba vuelo y apenas me alcanzó el tiempo para agarrarme de una de sus alas y elevarme con él.
Pronto llegamos a donde el Príncipe y la Princesa de la Torre Cercana charlaban tranquilamente. Mi amiga presintió el castigo y se apartó respetuosa. El Gran Dragón habló.

_ Nadie tiene derecho a lastimar a ninguna Princesa.
_ ¿Q-qué?_ balbuceó el Príncipe, temeroso. Su mano agarraba una joya extraña que colgaba de su cuello. La Ciudad de las Torres no teníamos dogmas, ni banderas.
_ Lo que has oído, Príncipe. Has creado Sombras. Sombras que lastiman a Princesas.
_ ¿A quién?_ el Príncipe sacó su espada reluciente.

Suspiré hondo. 

_ A mí. 
_ ¿A-- a ti?
_ Sí, Príncipe. Pero no desenvaines tu espada: no te atacaré. Aquella a quien dañaste también te defiende. QUEMARÉ TUS SOMBRAS, y borraré tus recuerdos de este suceso.
_ ¡N-NO TE ATREVAS, DETENTE!

No hubo más que decir: en el acto una oleada de fuego que brilla sin quemar salió de las fauces del Gran Dragón para volcarse sobre el Príncipe. De pronto, todas las Sombras surgieron de su cuerpo, y su espada de nada valió. Las Sombras, riendo locamente, se extinguieron en el aire.
El suspiro del Gran Dragón borró los recuerdos de ese día del Príncipe, que quedó profundamente dormido.

_ Ha sido.

Y el Gran Dragón se despidió de nosotras, nos deseó suerte en el viaje y la búsqueda, echó una última mirada de soslayo sobre el Príncipe y se alejó volando.



Pronto, todo quedó en silencio: La Noche oscura había llegado.

   

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