Juntado todo lo necesario volví al lado de la Princesa de la Torre Cercana, que me esperaba sentada en el césped.
_ ¿Qué harás?_ me preguntó echando hiervas al odre y poniendo este al fuego.
_ ¿De qué?
_ Con el Príncipe. Con el pastor.
No dije nada. Mi amiga me insistió, atravesándome con su mirada.
_ No lo sé... realmente no lo sé.
_ Pensalo...
_ Sí. Bha, no sé. Dejemos al río correr libre...
sin caudales
ni censuras.
Es necesario, quiero pensar con el corazón, pero me cuesta dejar de ser racional, aun en el Akasha.
De pronto un ruido entre los árboles, y del bosque surgió, bañado por el Sol, mi querido Príncipe.
_ Lo he dejado. He dejado a las sombras_ sonreía como nunca, y el Sol formaba arcoíris en mis ojos, las lágrimas caían, yo reía, y corrí a abrazarlo. ¡Fui muy feliz en ese momento!
"Muy bien, no es fácil. La Princesse Ensorcelée... ahora lo sabe. Sabe que sos incondicional, sabe que la luz puede brillar en medio de las tinieblas, que se puede elegir los caminos y el destino tiene dependencia de la persona que lo posee. Sabe que se pueden mover las estrellas, modificar las galaxias. No hay que dejar de luchar nunca si hay algo que se quiere lograr... Ha alcanzado su espada, y cuando el frio brillo de la Luna la ha iluminado, un resplandor dorado brilló en el universo, se extendió por los más recónditos rincones del mundo, se adentró en las profundidades de la tierra e iluminó también tu sonrisa. El mayor hechizo es ser feliz; puede perderse en tu sonrisa y puede darse la vuelta y luchar contra muchas cosas, incluso contra los fantasmas y sombras que rodean tu ser. Te quiere de mil modos, sobretodo le haces bien.
Sonrían. Iluminen también su mundo."
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