Bienvenidos, La Princesse Ensorcelée

Sí, soy una chica llena de sueños, de vuelos y mariposas; sí, tal vez esté enamorada del amor mismo... y, como todos, soy reflejo del aire que respiran nuestros Dioses. Estoy entre dos mundos, dejando atrás mi niñez, estoy ante el velo de los misterios que invitan a crecer. Que el Anciano de los Día me ayude y me proteja en mi travesía mágica. Las mariposas llegarán pronto pronto con sus colores naranjas, amarillos, ocres y azules. El mundo es cada vez más maravilloso ¿Nunca creiste volar con las Hadas? Yo ya enfrenté el miedo con mi espada dorada, ¡Libérate! Hay sentimientos que nacen del Alma y yo quiero que me acompañes en mi Felicidad!!

viernes, 8 de mayo de 2009

La Princesse Ensorcelée ( tomo I, capítulo 4 )

Cuando volvimos de hablar con el cantor, el Príncipe había desaparecido. Solo su perfume y las cenizas del fuego de la noche anterior quedaban en su lugar. Sin embargo, los pastos aplastados por las grandes botas del Príncipe nos indicaban el camino que otra vez deberíamos emprender. Suspiré con melancolía. Nos sentamos a la sombra de un gran álamo y desayunamos con los frutos del bosque. Con el Sol sobre nuestras cabezas emprendimos la marcha, por un camino que se adentraba cada vez en las sombras del bosque. Al tiempo estabamos totalmente rodeadas de plantas oscuras y árboles siniestros nos obligaban a dar importantes rodeos. Sin embargo, eran más que huellas lo que nos guiaban. Arriba nuestro, en las altísimas copas, grandes pájaros hacían susurrar las hojas cuando volaban de rama a rama. La Princesa de la Torre Cercana hizo una mueca de preocupación: estábamos llegando al lado oscuro del bosque, el corazón oculto que no debe ser descubierto. El lugar preferido de los hechiceros y hechiceras para realizar los aquelarres.


_ Hoy no es viernes 13 ¿verdad?_ pregunté siguiendo el pensamiento.
_ En el mundo terreno, no. En este tampoco.

Seguimos caminando, y las sombras empezaron a cerrarse a nuestro alrededor: había pasado el tiempo, y el Sol abrazaba el horizonte. Entonces, entre las sombras del atardecer, lo ví:
Caminaba hacia un templo en ruinas de una religión olvidada, mirando el suelo y solo el suelo. Lo llamé con desesperación, pero no se inmutó. Entonces, con mi voz reuní también mis energías y mandé todo esto a buscarlo.

Se detuvo.

Lentamente torció la cabeza y me miró por sobre su hombro. Sonrió apenas, y al instante volvió a caminar con la vista al frente. Empecé a caminar hacia él. Levantó una mano para detenerme, y las sombras nos rodearon. Eran aterradoras... parecían millones de ojos rojos, millones de bocas riendo, monstruos de la oscuridad. La Princesa me detuvo, agarrándome fuerte del brazo. Me di vuelta hacia ella y de la mano corrimos hasta alejarnos del lugar.

Pasaron las horas.


El hechizo que pesaba sobre mí se volvía difícil de cargar.


Ya era noche cerrada, la hoguera se había consumido en su esplendor, la Princesa de la Torre Cercana dormía acurruca a unos pasos de mi. Me levanté, decidida a ir. Caminé entre los árboles fantasmales.

"Se supone que te espere, que siga esperando. El hechizo es una carga pesada y los demonios de la oscuridad me clavan puñales por la espalda cada vez que me aproximo. Todavía recuerdo los momentos en los que te veía desde lo alto de mi Torre... Tengo miedo. Miedo de perderte sin más..."

Me acerqué lo más que pude. Soporté las miradas oscuras de los agujeros sin pupílas, soporté el dolor de los aguijonasos en la espalda, delviento helado. El Príncipe estaba sentado a los pies de grandes ruinas, y me miraba sin sonreir, como pidiéndome que me fuera. Sin embargo, yo tenía algo que hacer. De lo más profundo de mi interior, de allí donde también guardaba el lazo con mi ángel, saqué mi espada. Grande, reluciente, dorada. Describirla tal como la siento, como la quiero, sería extenderme demaciado en la narración de mi historia.
"He clavado una espada frente a tí. Es la espada que soñé. Es la única cosa que tengo en mi poder para encontrarte. Es... una parte de mi ser. Y ahora es tu decisión. Ya no puedo sacar la espada y salir corriendo, y si me paro en seco mi hechizo podría volverse más pesado aún"

_ ... Si agarras la espada podrás salir, venir conmigo. No sé qué quieres... me dices que estas sombras te acompañan, pero no lo veo así. Te quiero, pero me hacen daño. No me voy a poder quedar mucho tiempo...
"...Tengo... tengo miedo y soy una cobarde, pero es el miedo que dá el no saber qué hacer. Y tengo dos agujas en la espalda, con las alas heridas, no encuentro la vida que quiero vivir. Estoy vulnerable, aquí y ahora..."

_ ...Estoy a tu merced_ susurré.
"...¡Maldita sea! Pero no me voy a resignar. necesito que hablemos, que me hables... Por favor, llévame, deseo felicidad, sólo así podré ser tu felicidad, originarla. Uno no dá lo que no posee. Soy feliz solo por estar contigo, solo por verte sonreír. Por todo esto..."

_ Te reto a un duelo_ dije con voz firme, mirándolo a los ojos.

"¡Saquémonos las máscaras!"

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