El tiempo pasó, y las dos Princesas de la Ciudad seguíamos conversando por las tardes, y mi propósito de salir del castillo se iba esfumando poco a poco. Hasta que él apareció. Era un Príncipe alto y apuesto (a mi parecer. Ami amiga no le parecía el mejor) y siempre se acercaba a los pies de mi Torre y hacía chistes pasados de moda. Al principio lo miré extrañada, luego lo ignoré, y después empecé a sonreir con sus chistes. Luego de un tiempo empezó a gustarme... aunque sentía que mi ángel no estaba de acuerdo con el amor que florecía en mí. Sin embargo, ese amor no sería correspondido. O eso parecía. Fue entonces (lo recuerdo muy bien) cuando empecé a escribir para liberar mis sentimientos.
... y él llegó a abrazarme...
CONTINUARÁ
2 comentarios:
quelinda tu pag.¡¡¡¡¡
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