La noche ya caía negra sobre el bosque, y a lo lejos observé un cuadrado de luz. Caminé, caminé y caminé con el corazón dándome brincos en el pecho, hasta que llegué a la puerta. Golpee dos veces. Adentro escuché dos cubiertos caer sobre la madera entrechocándose y unos pasos apresurados. Se abrió la puerta y la luz me encegueció unos minutos. Cuando me acostumbré, vi su cara traspirada y expectante que me observaba. Sonreí.
_ Ya tengo la respuesta.
_ ¿Y?
_ Sí, quiero_ respondí radiante. El aspiró aire con una gran sonrisa en el rostro_ pero... debo partir, ahora. Tengo que solucionar unas cosas en mi Ciudad.
_ Pero... ¿Tan pronto?_ pareció desilusionarse un poco_ ¿Cuando volverás?
_ Espero no tardar más de un par de semanas...
_ Mmm... ya veo_ miró alrededor_ ¿no quieres que...?
_ Lo siento, prefiero encargarme sola_ le sonreí. Miró hacia las luces que, difuminadas por la niebla, brillaban en el horizonte. Escuché el ruido que hacían las ovejas y el canto de los grillos. Me miró pícaramente.
_ Ya es muy tarde. ¿No quieres pasar?
Dudé. Realmente no sabía que responder, pero creí que lo mejor sería ir un poco más despacio...
_ Verás.... quiero partir mañana y tengo que hablar con mi amiga y arreglar las cosas...
_ Ah, bueno, entonces... te voy a esperar.
_ Gracias_ me acerqué y agarrándolo del brazo le planté un beso en la mejilla. Sonrió feliz. Me fui corriendo antes de que pudiera ofrecerse a acompañarme. ¡Estaba realmente contenta!
Era una noche feliz, en la oscuridad profunda brillaban luces de colores. Bailaban los duendes en las cavernas brillantes, las hadas disfrutaban de un festín, y yo era feliz.